19 enero 2015

Mándame una carta

Eso querían mis sobrinos, solo eso, que les mandase una carta.
Nos conocemos mucho por skype, bendito seas para estos casos, por teléfono, por fines de semana, por ratos de playa y montaña, de comidas compartidas y de todo lo demás, pero querían que les enviase una carta.
¡Una carta!


Pues claro, os enviaré una carta.
Siempre he sido yo muy de mandar cartas, qué gusto las cartas. Muchas cartas y notitas. Postales y de pasillo. Lo que viene siendo el mundo de la correspondencia, por la vía que sea.

Las notitas de pasillo que a veces se transformaban en folios por las dos caras con LaRa, Da y Yateyate, mis grandes compañeros de literatura institutil. Letras y letras ¡cuántas letras!

Cruces de cartas con aquella gallega de VerínOrense, las chicas de Canadá de Santander, Juanlu, las de Ávila y mis siempre fieles MaYu, EleTav y DavBurg.

Luego vinieron las correspondencias vía chat terra hogar y familia con Cu, Fe, Vic o Lau.

Una vez un amigo escribió la historia de nuestro encuentro vital por capítulos. Es de las cosas más emocionantes que me han hecho en la vida, es así. Había llegado la era del mail @terra.es

Con lo que alegra recibir una carta, esa sensación que provoca tan agradable que no hay sms, mail o wasap que se le acerque. ¡Vivan las cartas! ¡Viva la correspondencia! ¡Vivan los amigos de carta!
Amigos, os tengo a todos guardadicos en cajas. Y otros en lo más profundo del corazón.

Es lo que tiene escribir a mano, según sale, del alma a la mano y del boli al papel, luego va a un buzón y ya no se puede borrar nunca más.

1 comentario:

Isabel Benito dijo...

De hecho, el verbo cartearse está a punto de caer en el olvido. Eres muy joven, pero qué decir de aquellos anuncios en la última página de la Ragazza que decían: "busco chicas para cartearme"