31 agosto 2009

Final del verano...


De siempre me ha gustado más el invierno que el verano, y mucho más el principio del invierno, ese otoñísimo gris, lluvioso y marrón.
Me gusta desde antes de que los kilos me estorben con el calor, y antes de que el cambio climático alargue las altas temperaturas hasta octubre.
Me gustan de siempre estas fechas porque los amigos de verano ya eran aburridos, el olor a cloro de la piscina ya se hacía repugnante en la mochila y por que los anuncios del Corte Inglés y su vuelta al cole ya me hacían oler a libros nuevos, pese a que al final solo estrenase el de Inglés, por aquello de que el workbook escrito no se podía heredar, el resto vendrían con apuntes y corazones de serie, a veces de hasta tres manos.
Era tiempo de planear con qué forraría mis libros ese año, con forro de pegar, con forro que no pega, con alguna pegatina casera... tiempo de ensayar mi nueva letra, con el firme propósito de que ese año no habría hoja sucia en ningún cuaderno, promesa que daría por imposible a primeros de noviembre.
Cuaderno amarillo para matemáticas, azul para lengua, marrón para sociales y verde, por supuesto para naturales, el cuaderno de religión sería algún cuaderno con mas de 30 hojas rescatado del año anterior, a menudo duraba hasta que se rompía, antes de gastarse, total, para cuatro tonterías....
Histerismo colectivo en el Pryca en la sección de papelería, difícil decisión entre bic o pilot, entre milan normal o milan nata, lapiz o portaminas, tipex de pincel o tipex de rodillo,...si la economía estaba a favor podría reemplazar el estuche antiguo lleno de manchas de tinta, pero...de lata o de cremallera?
Sacar punta a los lápices del año pasado, mezclados ya con pinturas de cera que eran más punta que mina, y de nuevo, un año más intentar convencer a mi madre que me hacía falta un paquete nuevo por que me faltaba el color "plateado".
Volver a medirme la falda del uniforme, coser el botón un poco más holgado, daba igual, todos como payasos vestidos de pleno invierno en casi pleno verano.
Controlar la programación nocturna, para saber cuando echaban la serie que quería ver y así saber que días tenía que dejar la puerta de la habitación abierta para escuchar lo que pasaba...
Qué mas...ah! si!...la peluquería, un corte de pelo decente que que peinase las greñas del verano
y la ilusión de empezar un nuevo curso, pese a que toda la alegría durase menos de lo que dura un verano.

Hace un par de meses cerraron Meca Verdejo.
Meca Verdejo era mi paraiso de invierno, una tienducha muy vieja, papelería de esas que lo mismo te vendían las minas sueltas, que una biblia de cinco mil pelas. Mis ahorros se repartían entre el Jonhy, mítico kiosko de unos punkis porretas que te quemaban el jamoncito por 5 pesetas con la misma mano con la que te habían sacado una torera del bote de vinagre, y el Meca Verdejo. Nunca he sabido como se llama el hombre de Meca Verdejo, a mi siempre me recordó al topillo de Alfred J. Kwack, (clavao), pero siempre aguantó con inmensa paciencia que yo me pasase una hora para escoger un boli, o un papel de seda, o mucho peor, cuando después de navidad cargaba el monedero de propinas y me lanzaba a por un libro...eso podía llevar horas y horas...
Pues eso, que hace un par de meses lo cerraron,
pero he tenido la suerte de hacer mi última compra, más por nostalgia que por necesidad
el hombre me saludó reconociéndome con toda la efusividad que un leonés de pura cepa tiene,
reconocí las postales sesenteras nada más entrar, los juegos de pluma-boli rancios típicos de comunión,
los pilots turquesa, morados y rosas, el papel de celofán por pliegos y las omnipresentes biblias...

todo el clima nostálgico se ha roto cuando el topillo de Alfred J. Kwack me dice...
....ains! si estás embarazada!!! :S


los años no perdonan chatis...

2 comentarios:

Provinciana dijo...

Genial relato para el 1 de septiembre

Sinexcusas dijo...

Qué chulo Pau¡¡¡ me ha gustado mucho¡¡